Les atormentan dolores propios y ajenos, nunca conocieron bandera, sufren por la dilatada agonía de los chicles en las aceras, por el llanto de ese bebé invisible que nadie atiende ni consuela, por el genocidio que en el patio de los colegios sufren los saltamontes cada primavera.
No saben hacia dónde ir y sin embargo caminan.
Nadie sabe hacia donde van pero caminan, y no les detendrán lluvias ni fronteras; la indiferencia de las personas normales, la lasciva tentación de las camareras; los ejércitos, la nieve, el frío; el legendario olvido de los poetas.
A veces alguno pierde pie o siente que le fallan las piernas y rueda por los suelos en desordenadas volteretas. Nunca falta quien se acerque a ofrecer su hombro como única muleta para seguir adelante con vocación de siameses que no quisieran dejar nunca de sentirse así de cerca.
No saben hacia dónde ir. Y sin embargo caminan.
¿De dónde carajo sacan las fuerzas?
Nadie sabe hacia donde van pero caminan, y no les detendrán lluvias ni fronteras; la indiferencia de las personas normales, la lasciva tentación de las camareras; los ejércitos, la nieve, el frío; el legendario olvido de los poetas.
A veces alguno pierde pie o siente que le fallan las piernas y rueda por los suelos en desordenadas volteretas. Nunca falta quien se acerque a ofrecer su hombro como única muleta para seguir adelante con vocación de siameses que no quisieran dejar nunca de sentirse así de cerca.
No saben hacia dónde ir. Y sin embargo caminan.
¿De dónde carajo sacan las fuerzas?
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