Hoy está en celo la gata de enfrente.
El calor hace impensable
cerrar la ventana.
Sus inquietantes maullidos se escuchan
como si estuviese aquí mismo,
dentro del armario.
Como si tuviese encerrado a un bebé hambriento,
o a la madre que sostiene a su hijo muerto entre los brazos
y que ya ha llorado tanto
que no le quedan fuerzas más que para esa especie
de gemido sostenido que ya ni siquiera
llega a ser un grito.
Ahora se ha callado.
La gata, digo.
.............................
Dibujar tu mirada
dibujarla como una forma
de arrebatártela.
Tan cerca del abismo
como de tus ojos.
Un sortilegio,
una sustracción mágica.
Lograr a través del dibujo,
gracias a la tinta,
la tan anhelada extracción
de tus globos oculares.
Para echárselos a los cerdos.
......................................
Que la vida es corta
y los días estrechos
ya lo saben casi
todos los boleros.
A veces aprietan tanto
que hasta cuesta respirar;
Entonces, claro, me veo
como un pececillo naranja
boqueando bajo el sol
sobre la última mancha de humedad
de un charco que se evapora.
Por suerte tenemos los bares y la lluvia,
Camarón y las tormentas.
Por suerte uno puede emborracharse
hasta quedar sin sentido
con la esperanza de que llueva
y de que, para cuando se pase la resaca,
haya subido por fin la marea.
El calor hace impensable
cerrar la ventana.
Sus inquietantes maullidos se escuchan
como si estuviese aquí mismo,
dentro del armario.
Como si tuviese encerrado a un bebé hambriento,
o a la madre que sostiene a su hijo muerto entre los brazos
y que ya ha llorado tanto
que no le quedan fuerzas más que para esa especie
de gemido sostenido que ya ni siquiera
llega a ser un grito.
Ahora se ha callado.
La gata, digo.
.............................
Dibujar tu mirada
dibujarla como una forma
de arrebatártela.
Tan cerca del abismo
como de tus ojos.
Un sortilegio,
una sustracción mágica.
Lograr a través del dibujo,
gracias a la tinta,
la tan anhelada extracción
de tus globos oculares.
Para echárselos a los cerdos.
......................................
Que la vida es corta
y los días estrechos
ya lo saben casi
todos los boleros.
A veces aprietan tanto
que hasta cuesta respirar;
Entonces, claro, me veo
como un pececillo naranja
boqueando bajo el sol
sobre la última mancha de humedad
de un charco que se evapora.
Por suerte tenemos los bares y la lluvia,
Camarón y las tormentas.
Por suerte uno puede emborracharse
hasta quedar sin sentido
con la esperanza de que llueva
y de que, para cuando se pase la resaca,
haya subido por fin la marea.
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